27 noviembre 2006

UNA ESPOSA PERDIDA

UNA ESPOSA PERDIDA


¡Ay Dios de mi vida! No están para saberlo pero el Sábado a medio partido de fútbol del hooligan que a un niño le dieron un santo patadón en la naríz, ¡pobre escuincle! Parecía sucursal del Mar Rojo el charco que tenía del sangradero. Yo corrí a buscar el botiquín a un mini-elevador que me indicaron, según esto que subiendo había una enfermería. Lo curioso del caso fue que mi entrenador guapísimo también pensó lo mismo.

Toda la vida me quejé de los elevadores pequeños quesque la claustrofobia y esas cosas que le invento al susodicho para que nos deje poner el aire acondicionado del coche, porque según dice el ideático que si le prendemos el aire no jala el coche ¡háganme favor! Por eso siempre llegamos a todos lados acalorados y despeinados en esta familia ¡es el colmo! Todavía para disculparse el susodicho siempre dice que abriendo la ventanilla es como terapia anticlaustrofóbica. Pero cómo quejarse ahora que estaba en ese cuadrito de 2x2 con el guapísimo del entrenador ¡ni con 20 claustrofobias encima, faltaba más!

Yo creo que me puse algo colorada cuando se trabó el elevador, como en las películas esas donde lo detienen y salen 20 minutos después todos desfajados, aunque el entrenador por más que le picó a todos los botones (del elevador, deeeeel elevadooor) no pasaba nada.

-Sho no traigo celular, ¿usté sí? – Me preguntó con su tonadita argentina que me derrite.

Pero ya saben que en la vida cargo celular, así que no nos quedó de otra más que esperar y esperar y esperar.

Como no aparecía mi entrenador guapísimo para el segundo tiempo el susodicho tomó el mando. ¡Madre santa! Dijeron las otras señoras que se la pasó grite y grite a los escuincles, que si fulanito córrele por la banda, que si sutanito bárrete muy dueño de sí, el condenado ni cuenta se dio de que su mujercita estaba oliéndole el aliento al entrenador ¡qué cosas!

Lo malo ¿o bueno? de todo es que las fantasías de quedarse atrapado en un elevador jamás me han salido con el susodicho, la vez que lo intentamos recién había puesto el botón cuando alcanzamos a escuchar que voceaban a los papás de un niño perdido con la descripción del hooligan y tuvimos que suspender para ir a consolarlo que ya berreaba el pobre escuincle.


Pero ahora comprendí como es que en las películas se pone el pause y les alcanza el tiempo para todo pues el entrenador me contó desde su infancia, cómo le dio por emigrar a México, porqué acabó trabajando de entrenador de escuincles y hasta me confesó que marca de trusas usa ¡Ahhh qué cosas! Como que el medio tiempo ahí atrapada no me despertó la claustrofobia, si no la hormona de mamá gallina que casi terminé dándole consejos para la novia y de qué hacer en la casa. Me dí cuenta cuando ya después de media hora forzaron la puerta del elevador para abrirla y le pregunté igualito que cuando le digo a Lady Pubertiana “¿Ya revisaste que no se te olvide nada ahí adentro?” y el pobre de mi guapísimo entrenador me contestó casi “Si má”


El susodicho me vio y en lugar de abrazar a su esposa como un hombre tierno y entregado que lleva media hora con la mujer perdida, me regañó, que qué diablos hacía ahí adentro con el muchacho ese, que para qué sirven las escaleras y cosas así ¡Ingrato que es! No sabe que no se le perdió una mujer cualquiera, se le perdió una esposa fiel como perro. Claro está, eso antes de que se tuviera que regresar por el silbato que dejó ahí en las gradas cuando le pregunté si no se le olvidaba nada ahí encima ¡Hombres estos!

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