04 julio 2011

ENCUENTRO EN EL MÁS ALLÁ

Hace 24 años estaba yo parada en un cementerio en el entierro de la Directora de la escuela donde estudiaba. Toditita la escuela estaba ahí, pero si hay algo que odio son los entierros (del cementerio)--> :)  Hasta me acuerdo que había un séquito de Libertad Lamarques que no vieran! Entonces me separé del grupo y me fui a otro rincón lejitos, donde no se alcanzara a ver el numerito. Recuerdo una tumba llenísima de hojas secas y no sé porqué me dieron ganas de quitarle tanta hoja. Las barrí todas con el pié hasta que se asomó el nombre del difuntito. Con la novedad de que el nombre era ni más ni menos que el de mi abuelo. Dicen a los que les he contado, que el me llamó. 


Yo no creía en esas cosas hasta ayer, que me pasé una noche de perros con mi ataque de tos y haciéndome coro: el susodicho que roncaba. ¡Qué lindos! Una tose y tose, el otro ronque y ronque. Entonces me tomé jarabe, pastillita, graneodín y todo lo que me encontré y en una de esas que ya iba bien dopada agarrando sueñito, clarito ví a mi abuelo y a mi suegro juntos, ya muy compadres. Yo pensaba que qué maravilla que se hubieran encontrado en el cielo. Y se contaban anécdotas como de esas historias del canal del Discovery. ¡Uyyy la de cosas que habría que oir!, pensaba yo. En eso, no sé porqué, el susodicho se metía al sueño.


-¿Qué fregados haces aquí si tu no estás muerto todavía?- le reclamaba al metiche del susodicho. Y el me decía en tonito super calmado que me tranquilizara y que llamara a la sirvienta por que ya iba a empezar el partido.


-¿Cuál sirvienta?? - le preguntaba yo, -¿Qué no te acuerdas que la Sofiringa renunció por culpa de los pelos del Roco??


Y en eso al otro extremo venía una vieja 90-60-90 cargando una charola con un tarrón recién sacado del congelador con la espuma hasta el tope como en el comercial de la cerveza del susodicho y un tazoncito lleno de cacahuatitos japoneses, con su uniforme de servicio tipo película de la Sasha Montenegro con el Inclán ¡qué cosa!


-¡En la madre!- decía yo con la boca abierta para mis adentros, mientras la vieja esa le acomodaba la charola junto al reposet al susodicho para que alcanzara bien y a mi suegro y a mi abuelo le servía un coñaquito.


-Qué buen servicio el de estos días - decía mi suegro.


En eso mi abuelo se acercaba y me decía "Gracias" cuando justo un ronquido peor que rugido de león del susodicho me despertó y me dió taaaaaaanto pero taaaaaaanto coraje que hasta me volvió el ataque de tos, y no por que no me hubiera dejado contestarle a mi abuelo que fue un placer quitarle tanta hoja o que la sirvienta esa estuviera dando su showcito de super anfitriona, si no porque no tuve tiempo de mandarla a planchar mi alterón de ropa a la desgraciada caray! 


¡No hay justicia en el mundo deveras!