25 octubre 2005

UN HOMBRE EXTRAÑO SE APODERÓ DE NUESTRA TELEVISIÓN

UN HOMBRE EXTRAÑO EN LA SALA DE TELEVISIÓN

El susodicho amenazó ayer con que a partir de las 8:45 hiciéramos de cuenta que había muerto. Que no quería llantos ni lamentos, mucho menos que le rezáramos, simplemente quería la paz y el silencio de una tumba para poderse apoltronar en su reposet a ver un mentado programa especial sobre sus amadísimas palomas mensajeras.

Yo no pude evitar, ¡qué maldita soy!, pero no pude se los juro. Me burlé de el hasta que me dio la gana y aquel me levantaba el labio superior y pelaba el colmillo, parecía Drácula buscando un cuello que morder, pero nada más estaba enojado. Yo aproveché y me vine a la computadora un rato a ver el correo que siempre me satura una amiga que bien podría llamarle la "Reina del Forward" mientras el susodicho hablaba para sí mismo, “Mira nada más, ¡qué hermosura!” decía, peor que cuando en las noches se pone a ver el canal del “E Nights” donde salen puras viejas que se la pasan levantando copas: las de vino y las del brassiere.

Ahí andaba el hombre feliz, muy pero muy lejos de nosotros y de este mundo, desconectado de todo lo que le pudiera interrumpir. Sonaba el teléfono y él ni se inmutaba, tocaban el timbre de la puerta y nada.

Ya se apareció después de un buen rato con un gesto de satisfacción que pocas veces le he visto. “Mañana pasan la segunda parte” dijo, y luego luego supe que mañana volverá a ser un desconocido y le tendré que decir al hooligan, “Mijo, ese señor que está ahí en el sillón hoy no es tu padre, así que no hables con extraños”

¡Y una teniéndole celos a las de minifalda!



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