06 octubre 2005

CUMPLE DE LADY PUBERTIANA

VIEJO EL MAR Y TODAVÍA HACE OLAS

Mañana sábado es cumpleaños de Lady Pubertiana. Esta niña cumple 14 y se desenrolló peor que si se me hubiera caído el papel del baño, está kilométrica la muy desgraciada que antes le decía “Come para que crezcas” y ahora le tengo que decir “¡Déjale algo a tu papá tragona escuincla!”.

A medida que va creciendo le voy notando muchos cambios. Antes éramos uña y mugre, ahora somos una uña incomprendida y una mugre anticuada que se viste “del nabo” como me dice la muy tierna. Pero no me importa, yo la dejo que haga labor social en la casa, por eso no respingo si la veo con los jeans tan largos que le arrastran, porque pienso que así me ayuda a trapear el piso.

Dice que quiere ser cheff, que va a estudiar para eso. ¿De cuándo acá cocinar es una carrera universitaria? ¡Madre mía! Yo hice la maestría y ni cuenta me di. Pero bueno, yo la apoyaré en lo que quiera, advirtiéndole de antemano que si un compañerito le pregunta “¿Cuándo nos comemos un pollito?” no significa que la quiera ayudar a estudiar ¡faltaba más!

Algún día le pediré perdón por romper con la tradición familiar y no guardar su cordón umbilical, (antes eran menos sádicos y asquerosos: los guardaban en lugar de congelarlos), su primer mechón de pelo lo tiré envuelto en un kleenex, ¿qué iba yo a imaginar que no eran mocos?, su primer diente se me cayó en el w.c., y todavía me duele la mano de un bofetón que le tuve que dar un día que se aventó un berrinche peor que el de Pedro Infante cuando se le murió el Torito.


Pero los tiempos van cambiando. Sé que la veré un día convertida en toda una mujer de esas que le ponen nutra sweet a todo y se preocupan por la moda. Y sépanlo bien, yo no soy la que se hace vieja, es ella la que crece, pero hoy, es una escuincla nada más, yo nunca me hubiera imaginado que ese bultito peludo que me entregaron en el hospital iba a alcanzar el timbre y ahora ahí anda girando instrucciones de cuántas pizzas quiere que pida porque invitó a un escuinclerío a comer.

Por eso los mejores recuerdos me los guardo fresquesitos, son cada minuto que la tengo junto a mí hasta que haga su vida en otro lado y yo me haga una vieja de esas que se quedan toda la tarde asomándose en la ventana, enredadas en la cortina fiscalizando el movimiento de los vecinos, porque la diversión de pelearse con ella todo el santo día ya se habrá terminado y en algo habrá que entretenerse.





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