15 agosto 2005

DIME QUÉ COMES Y TE DIRÉ COMO TE APELLIDAS

DIME QUÉ COMES
Y TE DIRÉ CÓMO TE APEÍDAS

Los hijos heredan de nosotros, los padres, los genes para la comida. Es alguna célula estoy segura, una que lejos de elegir el sexo del bebé como es la X o la Y, elige qué tan melindroso vas a ser para comer.

Es más, debería existir en los análisis clínicos un renglón con ese resultado y si te sale el nivel más arriba del 65% es que eres un tragón de primera, pero si te salen niveles bajos, es que aparte de desnutrido eres un perfecto melindroso.

El susodicho come siempre gimiendo. De repente me quedo estática para localizar el sonido porque siempre pienso que es el refrigerador que algo se le descompuso, hasta que me doy cuenta que es él, que cuando mastica ya lo quisiera yo grabar para vender sus gemidos como un buen tono erótico de moda para el celular.

Aparte de gemir, él acostumbra servirse todo junto y revolverlo, de manera que uno jamás sabe dónde quedó el arroz, o debajo de dónde puso la carne, y cuando le reclamo porque aquello se ve asqueroso y es de mala educación, me dice que de todos modos todo se revuelve adentro. Entonces me quedo calladita y comienzo a revolver todo en mi plato.

Hoy me di cuenta que Lady Pubertiana heredó los genes del susodicho. Toma una tortilla sobre la palma de la mano y ya que está bien extendidita la enrolla y queda mejor que los que enrollan papel para hacer cigarros se los juro, es una maestra para eso. A lo mejor no pueda alaciarse el cabello tan bien o no pueda saltar la cuerda con una coordinación maravillosa, pero cuando se trata de enrollar tortillas nadie mejor que Lady Pubertiana y el susodicho.

Ahora resulta que en cada bocado va la herencia que le dejaremos a nuestros nietos ¡no hay remedio de veras!

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