08 julio 2005

LAS TRAVESURAS SON HEREDITARIAS

LAS TRAVESURAS SON HEREDITARIAS

Cuando los hijos hacen alguna travesura ahí estás con el látigo, casi para crucificarlos porque no es posible que su mente sea tan creativa para andar inventando tanta cosa.

Me dirijo a la recámara de mi querido hooligan y empiezo con mi voz de interfón a gritarle al desgraciado que acaba de romper el vaso de cerveza de su papá, ese que limpia cada semana y con el que amenaza a la Sofiringa para que lo cuide con su propia vida cuando sacude la repisa.

-¿Dónde estás escuincle? – le grito pero la tierra se lo comió, no hay señales de él a 2 kilómetros a la redonda.

Ya cansada de buscarlo en el closet, debajo de la cama, atrás de la puerta, hasta abrí un cajón de la ropa por si acaso el escuincle este practicó sus contorsiones y nada.

De repente veo que la puerta se mueve unos milímetros. Mi olfato huele a escuincle cirquero. Volteo para arriba y sí, ahí estaba con su síndrome de Spiderman sosteniéndose de una pared con las manos y de la otra con los pies como si fuera una viga del techo el muy desgraciado. No se lo dije pero en otra ocasión lo hubiera felicitado por ese ingenio.

-¡Bájate de ahí escuincle del demonio, tienes 3 para estar abajo entiendes- le grito y empieza la cuenta regresiva.

Lo bueno es que mis compañeros de escuela están muy lejos de aquí y jamás los invitaría a comer porque ya con unos vinitos encima capaz que empiezan a contar cuando esposé al profesor de matemáticas al escritorio, o cuando troné cápsulas de ajo en plena clase y el alumnado abarrotó los baños de la escuela porque jamás se había visto tanto vómito sincronizado en la historia de la tan prestigiada institución.

De verdad que hay que hacer algo con este escuincle travieso, no es normal esto.


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