11 marzo 2008

CON EL MARCADOR EN CONTRA...

MARCADOR EN CONTRA


Tenía que tener este mundo libertad de expresión, y esa libertad le tenía que caerle al susodicho para abrir la boca justo cuando no debía y es que resulta que el susodicho acompañó al hooligan al entrenamiento de fútbol. Siempre se queda mirando detrás de la reja, con ganas de estar ahí dirigiendo a los escuincles, sudando y dándoles indicaciones pero a la vez calladito y sereno. Llegó del entrenamiento y como siempre le pregunté cómo le había ido. Ahí tenía que haberme contestado lo de siempre, un “todo bien” sin más ni más y esperar a que le sirviera la comida como todos los días y luego yo reclamarle que porqué tiene la mala costumbre de comer lo que no debe antes de comer que por eso está gordo y el levantarme las cejas e ignorarme como siempre.

-Me topé con el grupo de señoras, las que siempre andan en la cafetería – me dijo.

-Ahhh... ¿Las guacamayas que se sientan en las sillas aunque esté el rayo de sol a todo lo que da?

-Esas, ahí andaban haciéndole grilla al entrenador.

Yo apreté el trapo de la cocina, sabía que algo malo tendría que venir viniendo de un marido futbolero y que además se siente entrenador y hasta le apagué al sartén para que ni el ruido del aceite interrumpiera.

-Las muy chistosas estaban duro y dale que el entrenador solo metía a sus hijos 10 minutitos al partido que no era justo… ¡Viejas ridículas!… - decía el susodicho mientras se servía sus cacahuatitos japoneses y seguía –Les dije que en todos los equipos hasta en los profesionales siempre hay gente que se queda en la banca o que juega un ratito y no pasa nada.

Solo se escuchaba el tronar de los cacahuatitos japoneses mientras el susodicho los masticaba entre palabras. Ya me estaba imaginando la cara que me iba a poner la la Güera Ruvalcaba cuando la vea, o la Abuela, si son más filosas que los cuchillos chinos de cocina que anuncian el la tele.

-Les dije que sus hijos tenían que ganarse su lugar jugando bien sin sobreprotecciones.

-¿Te diste cuenta? Les dijiste a las guacamayas que eran unas metiches y de pasada a sus hijos que eran unos maletas ¡qué horror! –le reclamé, -eso fue como insultarlas.

-Mira quien habla, las que siempre les dice guacamayas – me contestó el susodicho.

Arggggggggg no hay nada peor que una discusión futbolera, el marido se anote el uno – cero así tan fácil, es como ver venir a Maradona con el balón corriendo como en sus buenos tiempos y quedarte tieso en la portería mientras te anota un gol de lo más sencishito y carismático.

Por eso mejor le vacié la bolsa de cacahuatitos en su plato, para que mantenga la boca ocupada en algo de provecho caray, mientras pienso como hago el desempate ¡Pos este!


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