23 junio 2006

EL MALEFICIO DE BLANCA NIEVES

EL MALEFICIO DE BLANCA NIEVES

Vengo de capa caída, saliendo de una junta en la escuela con la psicóloga, por que han de saber que en estos tiempos no nada más hay maestras con dientes feos y regañonas, también tienen psicólogas que te van avisando con tiempo que el hooligan sí es hooligan.

Yo ya me esperaba a una chica gorda y de lentes no sé porqué. Nos citó a las 7:30 a.m. y pasaban los minutos y no aparecía la mujer. El susodicho comenzó a dar vueltas como perro de mercado buscando dónde sentarse, casi le hace un surco al mosaico del piso y gruñendo sin parar; Que qué se cree la mujer esta para dejarnos esperando, que para qué se le ocurre citarnos si no sabe respetar los horarios, que en cuanto la viera le iba a recordar a su progenitora. Ya por ahí de las 8 cuando el susodicho estaba a punto de matar a la recepcionista apareció Miss Blanca Nieves versión reloaded. Una muchacha blanca bla-a-a-anca con el cabello rubio y muy finita pidiendo disculpas por la tardanza. El susodicho, que en la vida solo lo pueden rendir tres cosas (de las cuales en ninguna tengo que ver yo): el fútbol, las palomas mensajeras y una muchacha bonita, se quedó calladito el hombre, ni pío dijo el condenado, todavía el muy degenerado le dijo que ni era tan tarde, que no se preocupara y nos pasó a un privado.

Nos dijo que mi querido hooligan es un mini-puberto, que escucha la música rockera de su hermana, que se junta con los gandules de los patinetos, que el condenado escuincle casi casi le cuenta en lo que quedó mi telenovela del guaraespaldas argentino y que le aburre tanto la clase que el méndigo chamaco hasta se echa una siestecita de “ahí me avisan cuando acabe”. En pocas palabras la Miss Blanca Nieves nos dijo lo mismo que el susodicho le grita siempre a Lavolpe: “La están cagando”.

Nos recomendó que nos acopláramos a las cosas de niños, que no le robemos la infancia que le queda a este chamaco. ¡Ay qué cosas! El susodicho y yo salimos con un nudo en la garganta y con un sentir de culpabilidad que dios guarde la hora. Nos mirábamos los ojos y sin decirnos nada por dentro nos decíamos: “Es tu culpa, para que estás viendo al méndigo argentino guardaespaldas ese” “Ya ves lo que causas con las viejas encueradas esas del E Entrentainment que ni puedes pronunciar bien” ¡Qué horror! Nos fuimos derechito a comprar unos cuentos de Barney que aunque sea morado y hable como gay pues en algo habrá de ayudar para volver a este niño otra vez niño.

A ver si en una de esas con tanta cosa de niños en las que nos vamos a ver envueltos en estos próximos días el susodicho no me sale con que quiere jugar al doctor ¡faltaba más!

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