03 mayo 2006

APENAS UNA HORA DE RESTAURANTE

APENAS UNA HORA DE RESTAURANTE


Después de todo el argüende por las dichosas palomas mensajeras finalmente al susodicho le volvió el alma al cuerpo cuando por ahí de las 5 y media de la tarde llegó una. ¡Qué desgraciado el hombre! Viene volando el animalito desde Zacatecas y quiere que llegue de rapidito como si viniera en clase premier ¡ja!

-Ay acuérdate mi vida que SIEMPRE de los SIEMPRES que tú vas manejando en carretera, a tus hermanos que te vienen siguiendo les entra más desesperación que cuando se ven un barrito blanco a medio periférico y no se pueden orillar para pellizcarse- le dije en tonito burlón de cómo maneja de despacito el hombre y luego luego me alzó la ceja izquierda que significa “Me están dando ganas de que seas soltera”

Total, que ya por ahí de la ochentava vez que llamó a sus amigos, uno le dijo que ya le habían llegado 3, otro que 2 y así, ¡qué les digo! Ni cuando Lady Pubertiana se va a una fiesta está tan al pendiente de que regrese como con estos pajarracos y eso que la pobre no tiene novio todavía, porque si no ya le hubiera puesto un anillo en la pata al pobre muchachito para checarle la hora en que entra y sale de la casa.

Al otro día se levantó el susodicho de lo más temprano y se fue directito a poner el café, me subió mi taza, “¿Mi reina qué quieres de desayunar?” me preguntó de lo más atento el hombre, se puso a tostar pan como de restaurante, hasta lavó un sartén que me había quedado sucio, ¡un bombón el hombre, un bom-bón! bueno con decirles que hasta alzó sus calcetines mugrosos que siempre deja tirados y hasta por fin fui sintiendo que después de tanto tiempo de casados ya estaba surtiendo efecto la segunda educación que es la del matrimonio justo cuando se me acerca y me dice con voz de lo más melosa, “¿No te importa que me vaya con los de las palomas?” y antes de que me diera gastritis el pan que me estaba comiendo recontrapunteó, “Si acaso dos horitas, voy y vengo” dijo pelando los ojos como el maldito gato de Shrek.

Y ahí me quedé, con mi mantelito de tela para ocasiones especiales y la mesa puesta, tomándome un café con mi pan muy de restaurante pero sin el mesero.

Recuérdenme ahora que regrese no darle propina al condenado.


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