17 abril 2006

LA FELICIDAD DE UN HIJO DE VUELTA

LA FELICIDAD DE UN HIJO DE VUELTA


Ayer el hooligan volvió de Tepoztlán, un lugar hermoso en el estado de Morelos. Lo invitó mi hermana a pasar este fin de semana largo y a mí ya se me hacían largos los días. Es la primera vez que el hooligan y yo nos cortamos el cordón umbilical.

Me paré todos los días a media noche, yo creo por inercia, a ver si estaba tapado y me quedaba un hueco en el estómago cuando veía su cama vacía ¡qué cosa! Con las ganas que he tenido siempre de ponerles un alterón de ladrillos en la cabeza para que no crezcan nunca. Pero así es la vida que cuando menos una lo espera ahí los ves, tomándose un vodka en lugar de su mamila ¡qué horror!


Por eso ahora que volvió y que fue derechito a enterrar en el jardín un pescadito muerto que andaba flotando en la pecera yo le dije que SÍ, que hiciera lo que quisiera que al fin y al cabo aunque mi jardín parezca cementerio él puede hacer lo que quiera con la felicidad de tenerlo de vuelta.

Hasta después de un ratito que salí y me tropecé con un alterón de tierra, que porque al enterrar al pececito encontró unos huesos de dinosaurio y tuvo que hacer una excavación extensa y a mí me empezó una temblorina igual a la que le dio a la de la telenovela cuando tuvo que confesar que su hija era adoptada.

Ya me fui calmando hasta que me asomé al hoyo que se aventó este escuincle entre mis plantas y le dí un sopapo, con la misma felicidad que le da a una de ver que su hijo que está vuelta hizo un pozo profundo de Pemex a medio jardín.

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