26 septiembre 2005

OÍDOS BIÓNICOS

A PALABRAS NECIAS, OÍDOS BIÓNICOS


Cuando los hijos van creciendo se pierde toda la privacidad del mundo. Ya no puedes hablar con total libertad, porque aunque bajes la voz el desgraciado de mi querido hooligan tiene un oído que ya lo quisiera yo por 10 minutos para poder escuchar a mi suegro cada vez que vamos a misa y se mete al confesionario, es que ¿qué pecados puede tener el hombre? Cómo me encantaría saberlos y no es que sea chismosa, nada más soy comunicativa.

Por eso esperamos a la noche, ya cuando la tropa está dormida y entonces nosotros podemos hablar usando las palabras que se nos antojen.

-Es que la mujer esa tiene una pinta de puta que para qué te cuento- me contaba el susodicho, de una señora que pasa caminando frente al consultorio todos los días enfundada en minifalda y en miniblusa mientras los ojos de todos los curiosos van cayendo como fichas de dominó.

-¿Qué es pinta?- gritaba mi querido hooligan desde su cama.

¡Dios de mi vida! Me faltó darle su cloroformo al escuincle este que no se ha dormido y ya nos descubrió todo.

-¡Pinta es un lunar mijo y ya duérmete en este momento escuincle!- le grita el susodicho.

-¿Y puta?- pregunta el hooligan

-¡Que te duermas dije!-

-¿A ver porqué a él no lo regañan cuando dice groserías, a verrrrr? – decía Lady Pubertiana que se unió al jolgorio de larga distancia gritando desde su recámara.

¿Se dan cuenta? Ya hasta me dio miedo. ¿Qué tanto habrán escuchado estos escuincles todos los días hasta antes de que les entrara la duda por la gramática?

¡Madre mía! Yo no sabía que parí dos hijos con el oído biónico de Jaime Sommers. Al menos podemos dormir tranquilos hoy, pues que yo sepa todavía no preguntan nada de porqué a su papá le entra el amor por los frijoles del tarro en las noches.


El susodicho y yo, además de nuestra clave morse, algo nos tendremos que inventar para que en esta casa todos sigan durmiendo con los oídos castos.

Lo que es seguro es que la próxima vez que vaya a misa, en cuanto el Abuelo entre al confesionario, a estos dos los mando directito a sentarse por ahí, ¡faltaba más!




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