24 marzo 2005

UN AMANTE SECRETO

UN AMANTE SECRETO


Como este es un diario privado y nadie lo va a leer, y menos voy a andar imprimiéndoselo a toda la familia voy a confesar algo que me atormenta desde que me casé.

Bueno...estem....(es difícil confesar estas cosas).
Tomo un respiro profundo y exhalo diciendo: Yo María del Carmen en pleno uso de mis facultades confieso ser amante del trapito.

Me di cuenta hoy que mi querido hooligan llegó llorando, haciendo pucheros y suspirando como niñito de 2 años. –¿Qué te pasa? – Le pregunto y el se me acurruca como sintiendo que bajo las alas de esta mamá gallina está protegido. – Soy un tonto mamá, so-ho-ho-hoy un tonto – decía con la voz cortada de tanto lloriqueo.

Las mamás tenemos esa medicina de comprensión, y le doy la primera dosis – Pero porqué mijo, ¿porqué dices eso? Tú no eres ningún tonto – le dije.

Y me contaba que no alcanzó a terminar la plana de su cuaderno y que lo habían dejado sin recreo. Los amigos esperándolo afuera para jugar fútbol y él llenando renglones.

–Pero mi niño, eso no debe preocuparte – le decía abrazándolo –Cuántas veces me quedé yo castigada a la salida rellenando páginas del estúpido Libro Mágico – le contaba a ver si viendo que su mamá fue “Señorita Lentitud de Preprimaria” se consolaba el pobre.

Y el me miraba y seguía suspirando, mientras tomaba la sábana para limpiarse los mocos –(¡Ni se te ocurra escuincle mugroso!)- pensé para mis adentros y en seguida le aventé un manotazo, pero fue con cariño les juro. Y como el moco seguía cuesta abajo mejor di por terminado el encanto de este cuadro conmovedor de la Pasión del Hooligan cuando me paré y le pasé un metro de papel higiénico.

Después llega Lady Pubertiana que había salido con la vecinita a jugar. Y comienza aquella a ponerme al corriente de los chismes de la cuadra y finjo que la estoy viendo pero en realidad estoy viendo las pisadas de tierra que dejó en el piso y sigue contándome y yo a todo le digo “ajá” para no herir suceptibilidades y me lanzo a buscar el trapeador mientras siguen los “ajás”

Para rematar llega el susodicho del consultorio cansado de tanta boca y entra al baño y se me erizan los pelos igual que un gato que lo vienen persiguiendo, y después que sale se ofrece a hacer la cena y sé que cualquier mujer adoraría a su marido por eso, pero yo lo adoro mientras me sirve y lo odio cuando termino de cenar. Y lo veo cocinando y le planto una sonrisa de pasta dental por fuera mientras que por dentro no le despego la vista al graffiti de aceite que dejó sobre la estufa.

¡Dios de mi vida! Díganme que esto se cura con 7 días continuos de Sofiringa antes de que empiece a cobrarle a mi propia familia por día.





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