MÁS VALE PEDIR PERDÓN...
Cuando miro a mi querido hooligan jugar con su amiguito Amaury pienso que la amistad a esa edad es como un matrimonio igualito al mío.
Se proponen un juego, ponen sus reglas, definen quién lleva el mando después se pelean a muerte con ganas de sacarse los ojos y al final viene esa sabor exquisito que dejan las reconciliaciones.
Si así fueran un poquito los gobernantes, o los delincuentes, los cobradores y hasta el fisco se estrecharían manos a cada rato y se escucharían menos mentadas de madre.
Cuando una persona perdona, no está ayudando a quien la ofendió, se está ayudando a sí misma, porque se está deshaciendo de los sentimientos negativos y está recuperando el equilibrio y la paz interior.
Ahora debo practicar cómo fregaos perdono al susodicho por lo mendigo que es. Talvez si me sube mi cafesito lo reconsidere.