21 mayo 2004

CARAS VEMOS, ¡PELOS NO SABEMOS!

Ahora que estoy al frente del mostrador en el negocio me entretengo atendiendo a una diversa clientela que me resulta por demás muy ameno. Tanto llega una señora de apariencia muy recatada a sacar copias de sus partituras de piano, así muy almidonada y con su cuello de encaje, como a un lado se le planta un muchacho con los pantalones a media asta enseñando el estampado de sus boxers, con el cabello peor que el del perro french poodle de mi vecina. Y yo que disfruto ver las reacciones de la gente me dirijo al muchacho este para preguntarle cómo fregaos le quedó el cabello así, mientras la señora nos mira de reojo verdaderamente horrorizada.

-Se llaman 'rastas'- Dice, - Resulta que se enreda un alambre en un manojito de cabello y dejas de lavarlo por meses y solito se hace - Nos explica mientras le tomo una de sus enredaderas para ver si son reales.

Por un momento mientras él explicaba me imaginé a mi querido Hooligan llegando a casa de la Preparatoria. Todo un muchacho hecho y derecho, un comienzo de hombre, un dejo de escuincle, sonriéndome con la misma mueca que hace hoy a sus 6 años y lo veo ahí ¡guapísimo! Y yo muy orgullosa, madre pavo real corriendo a abrazarlo en cámara lenta como en las buenas películas, con musiquita de fondo y todo es perfecto ¡todo! Y justo cuando lo abrazo levanto la vista y ¡CATAPLUM! ¡El hooligan con la cabeza llena de rastas!

En ese momento me dio un calambre. ¡Ayyyyy Dios mío qué calambre! Mientras los ojos de la señora recatada crecían al tamaño de un plato sopero, y fruncía la nariz como si fuera en lugar de pianista, Bacterióloga y quisiera bañar el muchacho en Cloro.

Yo no sé pero en cuanto llegué a la casa y ví a mi querido hooligan me dieron ganas de juntar un alterón de ladrillos de la construcción de al lado para ponerlos sobre su cabeza y dejarle claro de esa forma que tiene prohibido crecer sin avisar.




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