23 octubre 2006

LA CAÍDA DE UNA TORRE CON TACONES

LA CAÍDA DE UNA TORRE CON TACONES


¡Ay no no no qué les cuento! El sábado en el juego de fútbol, mi hooligan Ronaldinho goleó al equipo contrario ¡qué maravilla! Aunque bueno, he de confesarles que antes de empezar el partido iba amenazada de no gritar, quesque “QUÉ OSO” dice el condenado escuincle que le de pena nada más por que casi me volteo al revés grite y grite echándole porras ¡exagerado este! ¿Qué, acaso una madre no puede dejar la garganta por el bien de un hijo? ¡Pos estos!

La culpa la tiene el susodicho quesque por que se va a sacar muelas los sábados deja a su mujercita en su lugar. Entonces ustedes saben, una que siempre ha sido tan pero taaaan sacrificada tomando el lugar de su maridito santo, voy con el guapísimo del entrenador que ¡qué bruto! Se ve que no le dio tiempo de rasurarse el hombre y llevaba un manchón de barba tupida que daban ganas de probar a ver si pica, todo para decirle que si necesita ayuda, que aunque una no sepa nada de fútbol de algo he de servir, pero el condenado en lugar de ponerme junto a él a dar indicaciones, me puso en el puesto de aguadora ¡ashhh ni aguanta nada!

Bueno bueno, el susodicho se queja porque a veces le digo que NO cuando me pide algo, pero a este hombre cómo decirle que no a repartirle el agua a los chamacos. Así que me quedé en una esquina lista mientras escuchaba a las mamás del otro equipo, que por cierto venían vestidas como para pasarela de modas con peinados altototes y unos taconazos que dios guarde la hora, justo cuando en eso el hooligan que venía dominando el balón como ninguno se barre y zácale, en la barrida se llevó a un niño gigantesco que se ve que come muy bien y le cae encima. Pa pronto la mujer mamá del escuincle, igual de gigantesca, se para y como si fuera la Torre Mayor empieza a gritarle de cosas al hooligan, que si escuincle cochino, que si expúlsenlo y no se qué.

Dios de mi vida, qué bendición que no vino el susodicho porque hubiera sido asesinato en el medio tiempo, así que como estoy de suplente nada más le disparé ojos de pistola. Me paré frente a ella, pero como le llegaba a la cintura a la Gulliver de tacones no me vió, así que me puse a pegar dos que tres brinquitos frente a ella pero ni así. Total, ya le dejé por la paz porque tampoco está una para andar haciendo aeróbicos tan temprano y me fui a mi puesto, cuando la veo que quiere bajar de las gradas y ¡zaz! Ahí va peor que las Torres Gemelas de resbalón a caerse como un despeñadero y yo peor que el Osama disfrutando el paisaje.

En eso, el guapísimo del entrenador que estaba cerca iba a correr a levantar a la Torre de mujer cuando como resorte me paro yo y le dije que no se molestara, que él a lo suyo y yo a ayudar a levantar el tiradero ¡Já! Ya parece que todavía voy a dejar a la desdichada que distraiga a nuestro entrenador guapísimo mientras lo abraza tres horas para levantarse ¡No no no! Si para eso estamos las mujeres, para ayudarnos unas a otras, para levantarnos cuando nos caemos, para apoyarnos cuando se necesita ¡faltaba más!


¡Ahhhhh lo que no hará una por mantener limpio el suelo!




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