03 julio 2005

HABLEMOS DE LOS PICAPIEDRA

HABLEMOS DE LOS PICAPIEDRA


A medida que pasan los años, hablar con la madre de uno resulta algo diferente. No es lo mismo haberle preguntado dónde dejaste tus crayolas, a hablar cosas de hombres y cuestiones matrimoniales. Uno ya no ve a su madre con los mismos ojos de antes, los años nos van cambiando.

En lugar de tomar leche con Quick y platicar de Los Picapiedras, ahora platicas muy en serio rodeada de cafeína y tocas esos temas que se hablan siempre entre mujeres, ustedes saben…las pláticas serias entre mujeres siempre resultan pláticas de hombres, y no es que hablemos de fútbol ni de nalgas sabrosas ni nada por el estilo, si no que las mujeres del mundo tendemos siempre por hablar de esa otra raza que viste pantalones y le cuelga del cuerpo algo que no son bubis: Los hombres.

Yo le digo a mi mamá que a mi me pasa algo raro y es que mi matrimonio en lugar de ser algo de pareja, se me ha vuelto algo como hermandad, y me dan unas ganas irrefrenables de estar molestando todo el santo día al susodicho como si fuera mi hermanito menor (aunque el hombre este sea tan pero taaaaaan mayor), y a él le pasa lo mismo, creo que despierto en él ese sentido paternalista y todo el tiempo me quiere corregir de todo.

-¿Qué, a ti no te pasa?- Le pregunto a mi mamá mientras ella se me queda viendo como queriéndonos inscribir a una terapia grupal de demencia matrimonial.

Y luego luego comprendí que las pláticas entre madre e hija cuando se refieren al matrimonio de ambas deben centrarse en Los Picapideras mientras buscamos dónde dejamos las crayolas.

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