21 enero 2005

PESADILLAS DE QUESO

En la noche todos los gatos son pardos, aunque habrá alguno que otro que permanece abajo del colchón con los colmillos afilados, gruñendo y esperando que te atrevas (si es que te atreves) a correr por el pasillo para dar un brinco tan alto y tan perfecto que cualquier salto olímpico.

El paisaje en escala de grises logra fijar en algún punto lejano alguna penumbra mientras un escalofrío te da el impulso y ¡te atreves! El terror te clava en un lugar y a la vez pareciera ponerte pólvora en la cola (así dice el susodicho) cuando mi querido hooligansito corre despavorido hacia mi cama. Ahí estaba, arrinconado bajo las cobijas, temblando...¡tan frágil se veía! Sudando el miedo y con los ojos abiertos perdidos en algún punto que solo el entendía, luchaba por despertarse sin lograrlo. Carajo....¿Qué se hace en esos casos? Te lo llevas a hacer pipí, le lavas los dientes, lo abrazas, lo tapas, lo destapas????

Me quedé abrazándolo y solo se me ocurrió cantarle una canción de cuna. En un momento lo sentí tan dependiente de mí como cuando a escasos días de haber nacido lo arrullaba cantándole esa misma cancionsita y se quedaba dormido en mis brazos.

Otra vez lo hizo. Se quedó dormido mientras suspiraba. Esta vez el susodicho tuvo toda la razón....¡mi voz ahuyenta hasta los gatos !!


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